Un empleado del locutorio de Jamal Zougam asumió este miércoles (14/11/2013) ante la juez que fue él quien vendió personalmente a El Chino las tarjetas que se usaron el 11-M, sin que participase en la operación el único condenado por colocar las bombas.
Tras él, corroboró esa versión un socio de la tienda, que aseguró estar presente en aquel momento y que ya había declarado en ese sentido ante el juez Juan del Olmo, aunque luego, llamativamente, ninguno de los dos fue propuesto para testificar en el juicio por la matanza.
Fueron dos, por tanto, los testigos que refutaron ayer que las tarjetas fueran "suministradas" al grupo terrorista por Jamal Zougam, que es lo que afirma la sentencia por la matanza.
El marroquí es el único condenado por colocar los artefactos, siendo la "principal prueba de cargo" contra él la identificación que hicieron en el juicio dos mujeres de nacionalidad rumana, ahora imputadas por posible falso testimonio.
La orden que dio la Audiencia de Madrid a la juez Belén Sánchez para que investigue la venta de esas tarjetas, por su "evidente relación" con el presunto falso testimonio, llevó ayer al juzgado, primero, a Abderrahim Zbakh, que el 11-M trabajaba como asalariado de Zougam en su tienda de teléfonos en Lavapiés, y, después, a Mohamed Bakkali, que era socio del condenado en ese negocio.
Zbakh reconoció ante la juez que fue él quien "atendió" a "dos chicos" que compraron "por nueve o 10 euros" las tarjetas "antes del 11 de marzo", estando junto a él Bakkali, a quien preguntó si podía hacerles una rebaja en el precio, porque "no los había visto anteriormente por la tienda". En otras dos ocasiones insistió en que era la primera vez que acudían al locutorio, añadiendo que cree que Zougam "tampoco los conocía" y que no recuerda que saliera al mostrador para saludarles. También dijo que "Jamal nunca le ha hecho comentarios extremistas", que el 11-M y los días siguientes "hablaron sorprendidos de los hechos" y que el "comportamiento" del único autor material que cumple condena "fue el mismo que el de siempre".
Declaración voluntaria
El trabajador de la tienda recordó cómo, después de ser arrestados sus jefes el sábado 13 de marzo, él acudió voluntariamente el lunes a la comisaría para ofrecerse a colaborar. Le tomaron declaración y lo mandaron de vuelta a su casa. Dos días después, sin embargo, él también fue arrestado, tras dar por bueno la Policía el reconocimiento que hizo un perturbado mental, que dijo haber visto a Zbakh con un "radiotransmisor" en la estación de El Pozo, llevando "el pelo corto pintado de color rubio amarillento, no teñido, como apelmazado por la pintura".
Fue en esa estancia en prisión cuando supo por la prensa que una de las personas a las que él vendió personalmente las tarjetas era "el denominado El Chino", jefe de la célula que atentó el 11-M. En junio de 2004, fue excarcelado y exonerado de cualquier posible responsabilidad ante la ausencia absoluta de nada que le incrimine. Luego, no recibió ninguna citación para el juicio ni "jamás" la defensa que entonces tenía Zougam le propuso como testigo.
Tras él declaró Bakkali, que confirmó ese relato, que él ya había ofrecido al juez Del Olmo en junio de 2004 y al diario "El Mundo" en una entrevista. Aunque dijo no recordar si eran uno o dos los acompañantes de El Chino -que podrían ser, según él, los hermanos Oulad Akcha, como aquél suicidados en Leganés-, identificó como el jefe terrorista a "uno bajito con ropa deportiva" que, en su presencia, le compró "unas 10 o 12 tarjetas" a Zbkah "por nueve euros".
Al día siguiente, según Bakkali, El Chino volvió a la tienda "quejándose de que una tarjeta no tenía saldo". Según dijo, fue en la cárcel, tras ver una foto en el periódico, cuando reconoció a ese comprador.
'No salió para saludar'
El socio del locutorio aseguró que, cuando se produjeron esa venta y esa devolución, Zougam se encontraba en el sótano de la tienda "y no salió para saludar". En el sumario no consta, de hecho, ningún vínculo entre el marroquí y los autores de la matanza.
Bakkali también narró cómo el 13 de marzo él compró el periódico en el quiosco de la plaza de Lavapiés y leyó junto a Zougam "que había una mochila en una comisaría": la que contenía la prueba que podía incriminarles. Desde que vieron la noticia hasta que horas después fueron detenidos en la tienda, sin embargo, "la actitud de Jamal fue normal". Como Zbakh, también dijo que no fue citado a declarar en el juicio y que Zougam "nunca le ha hecho comentarios extremistas ni religiosos extremistas" y que ni el 11-M "ni en días anteriores Jamal tuvo una actitud distinta a la que tenía siempre".